“El estudio e interpretación de
dicho instrumento no se ha precisado todavía, porque la pieza exhibida es sólo
un pedazo del ideograma completo, pero por su contenido es suficiente para
precisar su función de indicación y cálculo.
Además de adecuado el buen
desempeño de sus medios y complementos de operación se debe constatar la gran
cantidad de tales medios como los tlachtin,
etcétera, que había y operaban en Mesoamérica. En México hay registrados
más de 600 tlachtin, aunque
naturalmente la cantidad era mayor.
Está cantidad nos habla del gran
desarrollo de la ciencia astronómica en Mesoamérica y en el continente, y se
debe tomar en cuenta la operación en conjunto de todos y cada uno de ellos en
la coordinación continental. Lo anterior los obligó a realizar un cálculo
matemático previo para ubicar cada uno de los centros científicos (hoy
conocidos como zonas arqueológicas), para conformar un sistema de observación y
cálculo, de acuerdo con los estudios que se efectuaban en los centros
científicos de cada hábitat, para que la relación matemática entre centro y
centro estuviera de acuerdo con el sector de su “cielo” que le correspondía
analizar en la coordinación General de estudios de los elementos existentes
observados a simple vista en la bóveda cósmica. Esto debieron haberlo hecho a
través de una gran extensión territorial, para lograr el conocimiento de la
mecánica celeste de los elementos requeridos en sus estudios y los cambios a
través del espacio-tiempo (Tezkatlipoka-negro),
provocando el movimiento (Tezkatlipoka-azul)
de la materia y energía (Tezkatlipoka-rojo)
que generó la vida en la tierra (Tezkatlipoka-blanco),
conocido como Ketzalkoatl cuando se
trata de la vida humana.
Por lo expuesto hasta aquí, se
puede decir que las tlachtin era un
medio que operaba como una plantilla celeste de y para efectuar cálculos
terrestres, pues a través de la aplicación y operación del conocimiento de esta
mecánica celeste se condicionaba a la naturaleza y a la vida humana en la
Tierra al conocimiento celeste a través de la ciencia astronómica, por lo que
bien pudiera considerarse las tlachtinse
como una de cuatro variables y un una constante, como
resultado del conocimiento requerido:
Tlachtin
= Unidad astronómica de observación (O + M+ C) H
En
donde:
O =
Observación
M =
Medida
C =
Cálculo
H =
Hábitar
Págs.
139 -141.
“ Capítulo 2
Unidad astronómica de observación
… Este saber astronómico fue
apoyado básicamente por el conocimiento de su unidad de medida: la xomulzen; por sus matemáticas; y por su
primer instrumento astronómico: xomulwaztli,
el cual facilitó el uso y manejo de tal unidad y que posteriormente pasó a formar
parte de los demás instrumentos de medición, orientación, cronometría, etc., propios del tlachtli. Estos apoyos sirvieron para complementar las funciones de
observatorio, junto con un gran instrumental de marcación directa en las
observaciones y cálculos, para lo cual contaban con parámetros y sistemas
apropiados que además, en algunos casos, tenían aditamentos complementarios
para realizar funciones como la determinación cotidiana de la tlalohtli (Ecplítica), como se verá más
adelante.
El instrumento xomulwaztli estaba formado por dos
barras de madera cruzadas y unidas en su centro con giro usado para conservar
la posesión de las barras o brazos después de haber sido giradas. Una
reproducción de tal instrumento puede apreciarse en la figura 218, 219 y 220, el
cual tenía en uno de los brazos cuatro ranuras previamente calculadas que
servían para marcar los valores principales de la medición angular.” Págs.
145-147.
“En la figura 231 vemos la
mención de la unidad xomulzen,
también mostraron a en las figuras 228 y 229. Se debe notar que en la figura
231 está la representación de un paquete atado que contiene a la xomulzen, una mano, un ojo (visión),
basados o asentados en la cantidad 20, o sea, en el sistema vigesimal. Este
sistema, como se dijo en el capítulo 1, nace justamente con el empleo de la
unidad astronómica de observación que es la quinta parte de su cuadrante
celeste. Esta unidad les permitió dividir al cuadrante en 20 partes
completamente identificadas con glifos bien definidos, tanto ecuatorial como
meridianamente, lo que les dio una imaginaria cuadrícula posible de la bóveda
celeste completa.” Págs. 147-150.
“Antes de entrar en detalles
sobre el sistema de navegación marítima de nuestros antepasados, como somos
unos testimonios de testigos oculares de la época de los años 1500, que
confirman que en América había navegación marítima no sólo costera, sino de
altamar. Los testigos oculares fueron Cristóbal Colón, quien anotó sus
observaciones en su diario, y De las Casas, quien los registró en una serie de
datos. Ellos hacen tal confirmación de la navegación en los mares del Caribe,
lo cual debió abarcar los demás mares del continente.” Pág. 155.
“Continuamos con el por qué y
cómo de su orientación y navegación marítima en América. La razón es simple, y
era que en Ixachillan se tenía ya una
ciencia astronómica y los medios para estudiarla, aplicarla y trabajar en ella.
Estos medios eran instrumentos (watzin)
y y observatorios (Tlachtin) que, a
su ver, también eran instrumentos de medición y cálculos de marcación directa
basados en una unidad de observación astronómica, que también era su unidad de
medición angular, y apoyados en esta unidad llamada xomulzen realizaron una división ecuatorial (20 partes) plenamente
identificada con un grifo para cada una de tales divisiones, que bajo un
sistema de actualización por concepto éstas temían un uso general y según
necesidades o conceptos.
Y como era natural, basados
también en la xomulzen, tenían una división 20 al meridional cuyas divisiones
llamaron mamakuietl (quintillos).
Pero lo más importante de estas divisiones ecuatorial y meridional fue que
obtuvieron un cuadriculado en toda la bóveda celeste, parecido a la división en
88 constelaciones y a la ascensión recta y declinación en que actualmente se divide
la bóveda celeste.
Su cuadriculado imaginario les
permitió científicamente posesionar con precisión las estrellas y elementos
celestes, en instantes y lapsos determinados. Ya con estos conocimientos y
medios era fácil para nuestros astrónomos y científicos posicionarse en el
tiempo y en el espacio. Pero debemos considerar que no toda la población era
científica o astrónoma, sino habitantes que requerían conocimientos
astronómicos para su vivencia cotidiana, como los campesinos en la tierra y los
marineros en costas y mares, para aplicar estos conocimientos astronómicos en
sus labores diarias. Para conseguir lo anterior, contaban con información
previamente calculada y determinada, la cual se exponía públicamente en piezas
líticas (actualmente conocidas como calendarios, estelas, pesquerías,
etcétera).” Pág. 157.
“1. La unidad xomulzen en la medición de tiempo y
espacio. En cuanto al tiempo, nos referimos a la hora nuestra, que corresponde
a 1.2 de la hora actual, pues tenían dividido el ilwitl (rotación terrestre) en 20 partes, siendo el amanecer
(salida del Sol) la hora 5 y el mediodía a la hora 10, el ocaso la hora 15 y de
medianoche la hora 20.” Pág. 160.
“La aplicación científica y
técnica se verán más ampliamente en el Proyecto OME, Astronomía y
edificaciones. Por todo lo dicho, hay que destacar que en Ixachillan, y sobre todo en la región de Mesoamérica, sus
habitantes tomaron a la unidad xomulzen con
la representación o emblema del conocimiento astronómico-matemático, y a su
vez, como emblema de distinción o título de los astrónomos o generaciones que
cumplió una función astronómica (véase las figuras 249, 250, 251, 252, 253 y
254),” Págs. 167 y 168.
“Capítulo tres
Los trece cielos
Las observaciones y cálculos del
desplazamiento de la indicación o señalamiento del Tlauhkopan en los parámetros estelares fue lo que les permitió
conocer y precisar con este desplazamiento al movimiento de precesión de la Tierra,
al cual llamaron los dos Xiuhkostzin
(véase la figura 273), misma que está representada en la “Piedra del Sol”.
El estudio de este movimiento lo
hicieron basándose naturalmente en los datos registrados a través de miles de
años y apoyando sus cálculos en suyos
unidades del tiempo vigentes en su época: la cuenta weypowalli de 1461 (ikzemilwitl)
y la del propio ikzemilwitl de 260
rotaciones terrestres, con las que obtuvieron en sus cálculos un valor de 25 weypowalli para el ciclo de precesión y
cuyo valor en ikzemilwitl fue de 25 X
1461 = 36 525 lapsos de 260 rotaciones.
Para facilitar el estudio y
cálculo del movimiento de recesión a través del desplazamiento del Tlauhkopan, dividen a la bóveda celeste
en un determinado número de “cielos” (véase la figura 274). Esta división fue
el verdadero enlace de las dos primeras fases de su astronomía, la estelar y la
Sol-Tierra. Pero dentro de la segunda fase y ya con el conocimiento de la
visión del Ecuador celeste en veinte partes, hicieron ver la xomulzen su unidad astronómica de
observación y junto con las nuevas unidades de la fase Sol-Tierra la utilizaron
conjuntamente en sus cálculos en el ensamble de ambas fases. Naturalmente,
estos cielos los tenían localizados como sectores de la bóveda celeste en las
secuencias de los estudios que realizaron durante milenarias rotaciones y
translaciones terrestres. Dichos sectores fueron los espacios expositores de
las estrellas y elementos que eran observados y estudiados durante los lapsos
cíclicos transcurridos en los mencionados movimientos de rotación y traslación.
Estos espacios de bóveda celeste
eran sectores predeterminados y posiblemente fueron escogidos por los elementos
celestes a estudiar o por las elecciones que se hicieron después de largas
observaciones y cálculos desde diversos parámetros terrestres que marcaban
sectores terrestres apropiados. Estos parámetros, lógicamente estaban en la
topografía del hábitat donde se situaba el centro de estudio: planicies,
cerros, montañas, etc., y que en sus matemáticas vigentes les dieron una
relación de 18/73 como medición angular para los parámetros escogidos. Esta
medición angular fue básica para seleccionar tales parámetros (véase la figura
275), pues resultó que el valor calculado era la veintiseisava parte del
Ecuador celeste; por esta razón fijaron también en 26 partes o cielos la
división que para la indicación en la bóveda celeste efectuaba el eje Tlauhkopan al desplazarse por efecto del
movimiento de precesión terrestre que, como se dijo, tenía una duración de 25 weypowalli = 36 525 ikzemilwitl, pero tomando las unidades del tiempo de la segunda
fase de Tierras-Sol:
Ilwitl
= Una
rotación de la tierra sobre su eje
Xiwitl = Una traslación = 365. 25
ilwitl
Por lo que el valor de la presión
precesión es igual a 36 525 (ikzemilwitl),
tomando el valor de esa unidad igual 260 Ilwitl o días, así, el movimiento de precesión tendría un valor de:
36 525 X 260 = 9 496 500 días
Y de acuerdo con la traslación de
365. 25 el valor sería:
9 496 500 = 26
000/26 años o xiwitl
365.25
Y naturalmente, la weypowalli = 1 040 años.
En consecuencia, teniendo la
esfera celeste dividida en 26 partes o cielos:
1 cielo = 26 000/26 = 1 000 años
Posiblemente estos resultados
obligaron a nuestros ancestros a tener una unidad del tiempo común a la fase
estelar y a la fase Tierra-Sol, para que a su vez, la unidad estelar, la weypowalli, pudiera ser manejada en la
matriz de cálculo compuesta de 20 partes, lo que fue de fácil solución, pues:
1 040/20 = 52 años
Al nacimiento de esta nueva
unidad de enlace la llamaron con toda razón xiuhmopilli
(nuestro hermoso niño). Y de acuerdo con su sistema factorización en su
matriz de cálculo, la weypowalli
vendría un factor = 1, en donde cada cuadrante sería igual aún xiuhmoplli.
Como ya se había dicho antes, el
movimiento de recesión lo representaron con los dos xiuhkoatzin, y de acuerdo con la concepción dual de su cultura
consideraron el movimiento del eje de la Tierra con un principio de cero años,
desde un determinado punto hacia otro punto diametralmente opuesto, en un
recorrido de 13 000 años, y de éste. (13 000 años) y en forma dual o contrario
al punto inicial, empleando también 13 000 años, con lo que obtuvieron un total
de 26 000 años. Al concluir este período, reiniciaban el nuevo periodo de
recesión (véase la figura 276).
La concepción dual del
tiempo-espacio en 13 000 años en un sentido y 13 000 años en sentido contrario,
dio origen a llamar “trece cielos” a la división de la bóveda celeste, la cual
se dividía en 13 cielos duales de 1000 años cada uno.
El xiuhkoatzin, representada en la “Piedra del Sol”, precisamente en
elegir el principio y fin del conteo de los cielos, nuestros antiguos
matemáticos, con el cuadrante trece akatl,
precisaron la dimensión física de un cielo y con esta medida fue con la que
calcularon los cielos en la pieza política que puede apreciarse en la figura
277.
Con el conocimiento de los 13
cielos duales, nuestros ancestros usaron con mayor frecuencia la cifra 13 en
sus cálculos conceptuales en el enlace de sus fases astronómicas para lograr la
sincronía en tiempo en los cómputos de los tres principales movimientos de la
tierra: rotación, traslación y precesión.
De esta manera surgió la unidad tlalpilli, la cual se produce como “El
niño de la Tierra”, muy adecuada para el enlace ciel-Tierra a través de su
gastronomía, asimismo comenzó el conteo de las rutas en esos días de 13, con lo
cual lograron incluir el ikzemilwitl
en la matriz de cálculo pues: 1 ikzemilwitl
= 20 trecenas de días, así como también:
1 xiuhmopilli = 4 tlalpilli = 4 x 13 = 52 años = 13 nawi-ollin
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Ciencias milenarias y aplicaciones
En el Continente Americano
Libro 1, Proyecto ZE: Tlachtin
Felipe Lira Montes de Oca
Primera edición: 204
Instituto Politécnico Nacional.
México.
Fuente:
http://www.libros.publicaciones.ipn.mx/PDF/1342.pdf