La familia lingüística maya está formada por 31 lenguas
distintas. De ellas sólo dos son lenguas muertas, las restantes se utilizan
como principal medio de comunicación en numerosas comunidades contemporáneas.
Aquí se ofrece un breve panorama sobre su historia y
evolución desde la época prehispánica hasta nuestros días.
Palabras clave: Lenguas mayas, Familia lingüística, Escritura
jeroglífica, Arqueología e Historia
LA ESTELA DEL IDIOMA MAYA
En la actualidad existen más de cinco millones de personas
que hablan alguna lengua maya, cifra que permite a esta familia lingüística (Fig 1) ocupar un importante lugar, en cuanto a número de
hablantes, entre las lenguas indígenas del continente americano. Esta situación
numérica igualmente ayuda a desterrar la idea popular de que los mayas, después
del periodo Clásico (250 a 900 d. C.), habían casi desaparecido.
Figura 1. Más de cinco millones de personas hablan lengua maya ocupando un
importante lugar en la familia lingüística.
El criterio
lingüístico, al igual que el arqueológico, ha sido de gran utilidad para
delimitar el espacio cultural mesoamericano que ahora denominamos área maya.
Existe una gran correspondencia entre la distribución de sitios, materiales y
contextos arqueológicos, producto de la actividad de las sociedades mayas
prehispánicas, y el espacio que actualmente ocupan los hablantes de alguna de
las lenguas mayances. La excepción es la de los huastecos o teenek como ellos
prefieren llamarse, lengua maya que se habla en el norte de Veracruz y sur de
Tamaulipas. Sin embargo, no debe olvidarse que ésta, aunque fuera del ámbito
cultural del área maya, pertenece a esta gran familia formada por 31 lenguas
distintas y en algunos casos ininteligibles entre sí. Considerando lo anterior,
debemos señalar que por maya nos estaremos refiriendo a todos los miembros de
esta familia lingüística y no sólo al maya peninsular, también llamado yucateco
o simplemente maya.
EL ÁRBOL DE LA LENGUA MAYA
Las primeras evidencias de ocupación humana en el territorio
maya se remontan más de diez mil años antes de nuestra era. Bandas nómadas de
cazadores recolectores deambularon, a lo largo y ancho de este espacio, por más
de ocho mil años antes de que se hicieran agricultor es y sedentarios.
Es difícil saber qué lenguas hablaban esos primeros
pobladores, pues los contextos y los materiales arqueológicos (Fig. 2)
recuperados en sitios de esas fechas, como son hachas, cuchillos, raspadores, perforadores,
puntas de proyectil y muchos otros artefactos punzo cortantes, no permiten
inferir alguna identificación
lingüística de quienes los fabricaron. Podemos suponer, por la continuidad de
algunos patrones tecnológicos en su realización, que estos artefactos de piedra
fueron manufacturados por comunidades hablantes de una lengua maya en
formación, que través de los siglos se fue diferenciando dentro del tronco
lingüístico mesoamericano.
Figura 2: Entre las evidencias de ocupación del área maya contamos con hachas, cuchillos, raspadores, perforadores, puntas de proyectil y muchos otros artefactos punzo cortantes.
Los lingüistas, basados en métodos glotocronológicos2,
proponen que todas las lenguas mayas actuales derivaron, a través de un largo
proceso histórico y cultural, de una lengua común hoy extinta, denominada protomaya.
Ésta, con una personalidad propia ya consolidada hacia 2 500 a.C., inició un
proceso de diferenciación interno que dio como resultado las 31 lenguas que
actualmente reconocemos como mayas. De éstas, solamente dos, el chicomucelteco
y el choltí, son lenguas muertas. Las otras veintinueve continúan siendo la
principal vía de comunicación entre los pueblos mayas contemporáneos. Algunos
con sólo trescientos hablantes, como el lacandón, pero otros como el yucateco y
el quiché cuentan con casi un millón de hablantes cada uno.
Durante el segundo milenio antes de la era cristiana
surgieron los primeros asentamientos humanos permanentes, producto de una
economía basada en la agricultura, especialmente en el cultivo del maíz. Fue
entonces cuando las comunidades aldeanas iniciaron la fabricación de vasijas,
figurillas y muchos otros objetos de cerámica (Fig. 3). El análisis de estos
materiales arqueológicos, sobre todo el de los numerosos fragmentos de vasijas
denominados tiestos o tepalcates, nos permiten diferenciar tradiciones
alfareras particulares, propias de culturas prehispánicas específicas y, en
algunos casos, identificar la lengua o la familia lingüística de la población
que produjo dichos artefactos.
Figura 3. La cerámica se volvió una expresión constante en las comunidades aldeanas como las como en las estatales y perdura hasta nuestros días.
Entre 1 000 y 500 a.C. la fabricación de vasijas y otros
objetos de cerámica, se volvió una tradición cultural común a todos los grupos
que habitaban el área maya. Es a partir de esos momentos cuando se tiene plena
certeza de la identificación lingüística de esos antiguos pobladores como
hablantes de maya.
La cerámica de esos tiempos muestra diferencias notables con
la cerámica producida por sus vecinos occidentales, hablantes de la familia
mixe-zoque, que se extendían por todo el Istmo de Tehuantepec y gran parte de
Chiapas y Tabasco. Sin embargo, es la escritura jeroglífica maya que se pintó o
esculpió en un sin fin de materiales y objetos, la más contundente de las
evidencias arqueológicas para identificar dichos materiales como productos de
hablantes mayas. La escritura maya, enriquecida en sus orígenes por la
tradición mixe-zoque, dio inicio durante la parte final del periodo Preclásico,
entre 100 a.C. y 100 d.C., pero fue durante el periodo Clásico (250 a 900 d.C.)
(Fig. 4) cuando tuvo su apogeo.
Después del colapso, del periodo Clásico, aunque no con la misma
exuberancia e intensidad, la tradición se mantuvo hasta el momento del contacto
con los conquistadores y colonizadores españoles. Muestra de ello son los tres
códices del Posclásico (900 a 1550 d.C.) que lograron sobrevivir a la férrea
destrucción emprendida contra estos documentos, en tiempos coloniales, por los
portadores de la nueva religión.
Figura 4. Ejemplos de escritura maya sobre diversos materiales durante el periodo
clásico (250-900 d.C.)
La mejor evidencia de que las bases fonéticas, utilizadas por
los escribanos del periodo Clásico, aún continuaban en tiempos de la conquista,
es el llamado "Alfabeto de Landa” (Fig. 5). Este franciscano durante los
inicios de la segunda mitad del siglo XVI registró, en lugar de un alfabeto, un
silabario que ha servido de "Piedra Roseta" para el avance del actual
desciframiento y lectura de los numerosos textos jeroglíficos mayas.
Figura 5. El supuesto "Alfabeto maya" de Diego de Landa. Manuscrito del siglo XVI
MAPA LINGÜÍSTICO
El espacio geográfico que ocuparon los mayas, en su máxima
expansión, cubría un territorio de casi quinientos mil kilómetros cuadrados.
Abarcaba los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Quintana Roo y la parte
este de Chiapas y Tabasco. Así como todo Belice, gran parte de Guatemala y la
porción occidental de Honduras y El Salvador.
Cuando se observa un mapa de lenguas (Fig. 6) de esta área
cultural, la diversidad se hace más compleja conforme nos desplazamos de norte
a sur. Lo primero que salta a la vista es la gran extensión que ocupan los
hablantes del maya peninsular o yucateco. Estos habitan prácticamente toda la
península de Yucatán, terrenos llanos, sin ríos y carentes de accidentes
topográficos significativos que impidan la comunicación. Esta homogeneidad
lingüística acaso también tiene que ver con la situación geográfica de la
península, rodeada por el mar en tres de sus lados, lo cual no limita pero si
dificulta el contacto lingüístico de masas, fenómeno generador, en parte, de la
diversidad lingüística.
Figura 6. Distribución lingüística maya actual.
Las tierras bajas centrales, donde ocurrió la gran eclosión
cultural del periodo Clásico (250 a 900 d. C.), corren desde las costas del
Golfo, en Tabasco y Campeche, hasta las arenas del Mar Caribe, en el Golfo de Honduras.
Limitan al norte con la base de la península de Yucatán y al sur con las
primeras estribaciones de las tierras altas de Chiapas y Guatemala. Este
espacio fue ocupado por hablantes de cholano, nombre que se da a una antigua
lengua del cual derivaron el chol, chontal, chortí y choltí, grupo de lenguas
que se originaron en esa porción central del área maya después del colapso.
Según los epigrafistas3 el cholano, ahora extinta, fue la lengua utilizada en
las inscripciones jeroglíficas del periodo Clásico y, por lo tanto, una
reconstrucción de ésta es la que se utiliza para las actuales lecturas.
Por su parte las tierras altas de Chiapas y especialmente las
de Guatemala muestran una gran diversidad lingüística, producto en parte del
accidentado paisaje, surcado de cañadas y altas estribaciones, o por el contacto
con lenguas de otras familias, ya sean mixe-zoques y otomangues (chiapaneca) en
el occidente y en el sur, como por hablantes lenca, xinca, jicaque y pipil que
habitaban en Honduras, El Salvador y el sur de Guatemala. Aquí existe la mayor
diversidad lingüística de toda el área maya, muchas de las lenguas que ahora
conocemos se localizan en este accidentado territorio de Chiapas y Guatemala.
UN ÁRBOL CON CUATRO RAMAS
En la actualidad se reconoce la existencia de 26 a 31 lenguas
mayas, pero el número definitivo de éstas aun es un trabajo pendiente. Esta
indefinición se debe a que algunos autores consideran lenguas lo que para otros
solamente son variantes dialectales4 y, en otros casos, algunas variantes
dialectales sumamente diferenciadas no se consideran lenguas distintas. En los
trabajos recientes se ha optado por reconocer la existencia de 31 lenguas
agrupadas en cuatro grandes ramas, este es el criterio adoptado en este
trabajo.
Rama huastecana
La primera rama que se separó del tronco ancestral denominado
protomaya fue la de los huastecanos (Fig.7) formada por el huasteco y el
chicomucelteco. Se piensa que éstos iniciaron su proceso de diferenciación hace
más de cuatro mil años. Una hipótesis postula que la separación ocurrió cuando
grupos hablantes de mixe-zoque se insertaron en la costa del Golfo de México,
aislando de esta manera al huasteco del resto de las lenguas mayas. Sin
embargo, no sabemos como se originó el chicomucelteco, lengua muerta de esta
misma rama, que se hablaba en el municipio chiapaneco de Chicomucelo, pero
bastante distante del territorio huasteco. Algunos trabajos señalan que estos migraron,
en tiempos del periodo Posclásico (900 1 550 d. C.), de la región huasteca
hacia el territorio que ocupaban en Chiapas. Otros consideran que se trata de
un grupo que quedó en el área maya antes de la separación del huasteco.
Figura 7. Separación del husateco del resto de la familia maya por la
intrusión de la familia mixe-zoque
Rama yucatecana
La segunda rama en separarse fue la del yucatecano (Fig. 8)
la cual agrupa a cuatro lenguas: yucateco o peninsular, itzá, mopán y lacandón.
La extensión del yucateco por toda la península es prueba de su arraigo y
antigüedad en este espacio. Podemos suponer entonces que los constructores de
los innumerables sitios arqueológicos de esta región del área maya, hablaban
yucateco. Algunos investigadores creen que los textos jeroglíficos de esta
región muestran indicios de que estaban escritos en yucateco, pero otros piensan
que el cholano, como lengua de prestigio, es el que está registrado en las
inscripciones del Clásico.
Sin embargo, cabe señalar que de tiempos coloniales contamos con numerosos
documentos, escritos con caracteres latinos pero en lengua yucateca, que
registran la continuidad en parte de su ideología y la de sus afanes literarios. El Ritual de los
Bacabes, losCantares de Dzitbalché, la Crónica Yaxkukul, el Códice Calkiní, los
libros llamados Chilam Balam y muchos otros testimonios son prueba de ello.
Figura 8. El Castillo o Templo de Kukulkan en Chinchhen Itzá, Yucatán.
El proceso de diferenciación interna de esta rama se inició
durante el periodo Posclásico Temprano (900 a 1250 d.C.) cuando grupos de
yucatecos migraron al sur hacia la región del Petén guatemalteco. Éstos, establecidos
en territorios que antes ocuparon hablantes de la rama cholana, dieron origen a
las lenguas itzá y mopán. Los primeros se asentaron en torno a los grandes lagos
del Petén, donde florecían al momento del contacto y a quienes los españoles no
pudieron someter hasta el siglo XVII. Los hablantes de mopán, por su parte,
ocuparon la región sur de la frontera que comparten Guatemala y Belice, donde por
ahora se localizan. Finalmente los lacandones, que ahora habitan en las selvas
chiapanecas del mismo nombre, son grupos hablantes de yucateco que llegaron a
esta región, durante los siglos XVII y XVIII, huyendo de la explotación
colonial española.
Rama occidental
Otra importante división del tronco lingüístico ocurrió entre
los años de 1 500 y 1 000 a.C., cuando dos macro ramas, la occidental y la
oriental, quedaron diferenciadas. La occidental comprende a las lenguas cholanas
de las tierras bajas centrales, así como a las tzeltalanas de las tierras altas
de Chiapas y a las chujeanas y kanjobalanas de la región fronteriza de Chiapas
y Guatemala. Por su parte la rama oriental agrupa a las lenguas mameanas y
quicheanas, habladas principalmente en las tierras altas de Guatemala.
Se
tienen evidencias lingüísticas y arqueológicas para suponer que los constructores
de los numerosos e importantes sitios arqueológicos localizados en las tierras
bajas centrales, desde Comalcalco en Tabasco hasta Quiriguá y Copán en las
fronteras de Guatemala y Honduras, durante el periodo Clásico (250 a 900 d.C.),
hablaban una lengua cholana. Es notable la similitud en los textos jeroglíficos
de todos estos sitios, que prácticamente representan más del 75% de los textos
mayas conocidos. En este espacio actualmente se habla chontal en Tabasco, chol
en el norte de Chiapas y chortí en la zona fronteriza de Guatemala y Honduras.
El choltí o lacandón histórico, al igual que el manché, que se extinguió en
tiempos coloniales, se hablaban en la zona selvática de Chiapas y en el sur del
Petén guatemalteco. El origen de estas cuatro lenguas en parte está relacionado
con el colapso maya (800 a 1 000 d.C.), tiempos en que se rompió la unidad
cultural y la comunicación entre los hablantes de cholano que ocupaban las
tierras bajas centrales. Esta ruptura dio como resultado que las diferencias
dialectales, que existían a lo largo y ancho de ese espacio, se acentuaran y se
transformaran en lenguas distintas.
El grupo tzeltalano, formado por el tzotzil y el tzeltal,
habita las tierras altas de Chiapas y sus miembros comparten en general la
misma cultura; sin embargo, a pesar de las semejanzas no pueden considerarse como
dialectos, sino como lenguas diferentes. Este grupo se diferenció del cholano
en tiempos del periodo Clásico Temprano (250 a 600 d.C.). Se supone que los
textos jeroglíficos de Toniná, y otros sitios de esta región chiapaneca,
muestran algunas diferencias con los textos de las tierras bajas, lo cual
sugiere que pudieron estar escritos en tzeltal, pero esta hipótesis no es del
todo aceptada.
Figura 9. Panorámica del Grupo Principal de Palenque, Chiapas.
En ambos lados de la zona limítrofe de Chiapas y Guatemala
actualmente se hablan siete lenguas que, al igual que las anteriores, forman
parte de la rama occidental. Estas lenguas constituyen el grupo denominado gran
kanjobalano, el cual se inserta como una cuña entre las lenguas de las tierras
altas de Chiapas y las lenguas de las tierras altas de Guatemala. La diferenciación
interna de este grupo se inició cuando el grupo chujeano se separó y dio origen
al chuj, que se habla en la región montañosa de los Altos Cuchumatanes, y al
tojolabal, cuyo mayor número de hablantes se localizan en el municipio chiapaneco
de Las Margaritas y en otras regiones vecinas. Las otras cinco lenguas del
grupo kanjobalano, se localizan al sur de los chujeanos. El kanjobal, jacalteco
y acateco se hablan principalmente del lado guatemalteco. Mientras que el
tuzanteco y el motozintleco (también llamado mocho') se localizan en el lado de
Chiapas.
Rama oriental
La última de las cuatro ramas, por su ubicación geográfica al
sureste del área maya, se le denomina oriental y aglutina a trece lenguas
habladas por numerosos pueblos del altiplano guatemalteco. Están divididas en
dos grandes grupos: cuatro en el mameano y nueve en el quicheano. Muchos de
estos pueblos estaban en pleno apogeo al momento de contacto con los españoles;
algunos de ellos, inclusive, vivían en populosas ciudades donde residía el
poder político, religioso y económico de estos estados en expansión. Gracias a
la arqueología y a que contamos con varios documentos coloniales, escritos con
caracteres latinos pero en lenguas mayas, conocemos algunos datos sobre la
historia prehispánica de estos grupos. También contamos con la riquísima información
sobre religión y cosmogonía quiché que, junto con su historia, quedó registrada
en el Popol Vuh.
El grupo mamenano, formado por hablantes de mam, teco, ixil y
aguacateco, actualmente ocupa la porción occidental del altiplano de Guatemala
y una pequeña parte de Chiapas. Este grupo se separó del quicheano hace más de
tres mil años, pero su división interna inició hacia 500 a.C. y dio origen,
desde tiempos del periodo Clásico, a las cuatros lenguas que lo integran. Los
hablantes de mam, con más de quinientos mil miembros en la actualidad, tuvieron
su capital prehispánica en Zaculeu, importante sitio en el departamento de
Huehuetenango. Cabe señalar que en maya y náhuatl respectivamente, mam y
huehuetl significan abuelo, viejo o anciano.
Figura 10. Zaculeu, capital del grupo man en el departamento de Huhuetenango, Guatemala.
El grupo quicheano, uno de los más numerosos, ocupa gran
parte de las tierras altas de Guatemala. Las lenguas que lo forman también
están divididas en dos bloques. Uno, con mayor profundidad en cuanto a
diversidad lingüística, está formado por hablantes de kekchí, uspanteco,
pocomam y pocomchi. Los tres últimos han visto disminuir su territorio y el
número de hablantes, pero el kekchí ha crecido y se ha expandido
considerablemente hacia las tierras bajas localizadas en el sur del Petén,
incluso hasta Belice.
El otro bloque está integrado por las lenguas: quiché,
cakchiquel, tzutuhil, sacapulteco y sipacapa. La diferenciación interna de este
bloque es más tardía, pues ocurrió en los cinco siglos anteriores a la
conquista. Los documentos coloniales contienen información sobre las
diferencias y guerras que mantenían entre si estos grupos y el nombre de los
linajes gobernantes. También nos informan de migraciones, segregaciones y divisiones
que sin duda contribuyeron a su división interna. Los quiché tuvieron como
capital a Utatlán (nombre náhuatl) o Cumarkaj (nombre quiché), ciudad
incendiada y arrasada por los soldados de Pedro de Alvarado; los tzutuhiles
establecieron su centro de poder en la ribera sur del lago Atitlán y los
cakchiqueles gobernaron desde Iximché, lugar donde habría de establecerse la
primera sede del poder español en Guatemala.
Este breve panorama de la diversidad lingüística maya apenas
nos deja ver la riqueza y la complejidad de estas lenguas. Sin duda esta
pluralidad es un importante patrimonio cultural de la humanidad, digna de
respetar, preservar, conocer y valorar. Su tenacidad les ha permitido transitar
y mantener parte de su identidad en este mundo actualmente globalizado, por no
decir homogenizado.
Citas:
1 Una familia lingüística está formada por una serie de
lenguas emparentadas, es decir todas derivan de una lengua “madre”.
2 Medición del cambio en el vocabulario de una lengua a
través del tiempo.
3 Epigrafistas: nombre dado a los investigadores que estudian
y descifran la escritura jeroglífica maya.
4 Un dialecto es la variante regional de una lengua,
notablemente diferente pero no al grado de entorpecer la comunicación.
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__________________________________
Prof. Tomás Pérez Suárez
Investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de
Investigaciones Filológicas, UNAM.
tomasps@prodigy.net.mx
Página personal
http://www.filologicas.unam.mx/cem/plantac/PerezSTomas/PerezSTo
-__________________________________
mas.htm
©
Coordinación de Publicaciones Digitales. DGSCA-UNAM
Se autoriza la reproducción total o parcial de este artículo,
siempre y cuando se cite la fuente completa y su dirección electrónica.
Revista Digital Universitaria
10 de agosto 2004 • Volumen 5 Número 7 • ISSN: 1067-6079
LAS LENGUAS MAYAS: HISTORIA Y DIVERSIDAD
Tomado de: