martes, 20 de agosto de 2013





Ciencias milenarias y aplicaciones en el continente americano.


Felipe Lira Montes de Oca

Instituto Politécnico Nacional


“Capítulo 1

Observatorios


…Las siguientes fases del conocimiento hasta un único las veremos presentarse exclusivamente en Ixachillan (Continente Americano), ya que su relación espacio tiempo no fue la misma que en los otros continentes, debido a la posición local del humano en el planeta, lo que determinaba su vida y su forma de supervivencia.” Pág.44


“ASTRONOMIA OBSERVADA Y RAZONADA


De alguna forma fueron almacenando un acervo de conocimientos que necesitaban un estudio posterior o servían de base para observaciones futuras que requerían cierta secuencia y comprobaciones.

Para llegar a esta fase debieron pasar muchísimas generaciones, que trabajaron buscando estas secuencias y comprobaciones a través de observaciones cada vez más sistemáticas.

La manera de almacenar o perpetuar el acervo de sus conocimientos en los últimos milenios antes de nuestra era, fue a través de sus amoxtin (libros) y sus ideogramas líticos. La conservación de sus adelantos de conocimientos en astronomía la hicieron más funcional por medio de sus amoxtin, a los cuales les dieron albergue en edificaciones hechas para tal fin. Estás edificaciones se especializaban en cuanto a sus estudios estelares, solares-Tierra, lunares, etc. (véase las figuras 25,26 y 27, las cuales reproducen fragmentos del Códice Borgia). Con base en estos acervos podían confirmar sus conocimientos. Los siguientes son algunos ejemplos de los sitios donde conservaba esta sabiduría:





Zitlamoxkalli (biblioteca de conocimientos estelares)

Tonamoxkalli ( biblioteca de conocimientos solares)

Meztamoxkalli ( biblioteca de conocimientos lunares)

Asimismo, poseían otras bibliotecas de estudios astronómicos en general.

Para reforzar lo expuesto en el Códice Borgia, veamos una posible, aunque incipiente, interpretación de unos bellos ideogramas del Códice Vindobonensis (véase las figuras 28, 29,30, y 31).
De estos ideogramas, la figura 28 nos muestra casas (Kaltin)de estudios donde utilizaban la matriz xomulzen para realizar sus cálculos.

En la figura 29 podemos encontrar los siguientes elementos:



1.    División posicional de la bóveda celeste.

2.    Lo desconocido de la bóveda celeste.

3.    Observación sistemática.

4.    Medicación y razonamiento del observado.

5.    Elaboración de cálculos.

6.    Transferencia a la tierra.

7.    Resultados.


En la figura 30 se aprecian estos otros componentes:


1.    Simiente (conocimientos) de cálculos hechos con la (matriz xomulzen) sembrados para su florecimiento (resultados).

2.    Germinación (de los conocimientos) y florecimiento de tal germinación con resultados reales y positivos para tales conocimientos.


La figura 31 nos muestra algunas amoxkaltin de diferentes disciplinas científicas, que incluyen la astronomía (estelar).



Para nuestra desgracia, al llegar los españoles, en su ignorancia y afán destructivo, arrasaban las edificaciones y quemaron los libros.

Debieron ser muchas las amoxtin (libros) existentes en Mesoamérica y naturalmente eran mucho más los amoxtin (libros) que habían en ellas, pues las tiras hechas por los invasores dilataban varios días consumiendo en sus llamas los acervos críticos de nuestros amoxtin.” Págs. 44 y 45.


“Para comprobar que la abertura de los “triángulos” detectados era similar o doble, fabricaron el que posiblemente fue el primer instrumento astronómico de Ixachillan, que consistía en dos maderos cruzados y unidos en su centro que tenía la abertura o ángulo de los triángulos celestes observados.


El nombre de esta abertura nos ha llegado hasta nuestros días como xomulzen (primer ángulo o ángulo principal); nosotros lo presentaremos como (a_ze) y el capítulo 12, Ixachillan>.

Con base en las conformaciones triangulares celestes y utilizando su instrumento para comparar aberturas o ángulos, determinaron que el ángulo (xomulzen) sería la zenyotl (unidad) de comparación y le hicieron su unidad de observación astronómica, ya que de alguna manera, después de realizar comparaciones y cálculos previos, comprobaron que la (xomulzen) era la quinta parte del espacio angular formado por su horizonte y su cenit, es decir, la quinta parte del cuadrante de su bóveda celeste.



Este importante suceso de localizar en su un espacio angular era la quinta parte del cuadrante de su pueblo celeste, y por lo tanto la veinteava parte de la yawilli (circunferencia) vertical de la bóveda celeste completa, representó la evolución de una aún (véase la figura 34)



Es importante señalar que dividir la bóveda celeste en 20 partes en su aspecto vertical y también en su aspecto horizontal, logrando así cuadricular su bóveda celeste, con lo que obtuvieron precisión al posicionar los elementos celestes en observación y estudio.


Esta posibilidad, resultó de la división en 20 partes de su esfera celeste tanto vertical como horizontalmente, les facilitó el paso de su astronomía básicamente estelar al sistema de la Tierra y sus más cercanas estrellas, el sol con lo que lograron conocer los movimientos terrestres.





Posteriormente, esto les permitió incluir en este sol-terrestre a los demás planetas que conforman el sistema planetario conocido.

La clave del conocimiento y distinción entre planetas y estrellas que ellos detectaban era la intermitencia de la luz emitida por las estrellas, ellos representaban con el ideograma de un ojo humano con párpado rojo, cuyo parpadeo significaba la intermitencia de la luminosidad estelar. Los planetas los identificaban con sus ciclos cortos y por la falta de parpadeo en la emisión de luz, ya que éstos solamente reflejaban la luz solar.


La representación la hacían con un círculo coloreado, con un color que correspondía a cada planeta.


Es importante mencionar que el código de colores de los planetas no está identificado en forma completa, pasa y confusión con el código de colores de funciones solar- terrestre.” Págs. 48-54.


Nota: al tratar el tema anterior desde el punto de vista occidental, aparentemente se manejan palabras de . Pero no hay tal, pues el tronco cultural de nuestros tlachkawan (antepasados) es tan milenario y de tan gran extensión territorial, que a través de milenios de uso lingüístico en diferentes regiones como la aymara, olmeka Azteka, Maya etc.; llegó a formar idiomas propios en tales regiones, pero con el mismo concepto cultural. Por lo tanto, es válido usar estos conceptos culturales indiscriminadamente en los diferentes idiomas vigentes que fueron usados por nuestra ancestral cultura.” Pág. 88.




B) La unidad xomulzen básica en el diseño

El diseño de la forma de la plantilla (del juego de pelota) fue fundamental para la división del trabajo en el empleo de la unidad xomulzen tanto en su aspecto local como en el sistema de correlación de observación continental y entre otros tlachtin locales, pues dicha forma les permitía realizar cálculos de tiempo y espacio diferentes.





A pesar de que lógicamente temían una función gastronómica local, que por regla general era el seguimiento de un determinado ciclo o el estudio de un elemento sideral, dirigían el eje principal del tlachtin hace sector de bóveda celeste en donde se ubican las zonas de interés de sus estudios locales.


Pero la relación tiempo-espacio o espacio-tiempo debió ser uno de los grandes problemas en su diseño para lograr la conversión de una medida angular a una medición lineal en forma directa (véase la figura 105), según los parámetros I y II.


Ya logrado esto, la inclusión básica de la matriz angular celeste fue directa; véase en los dibujos o figuras 106,107, 108,109 y 110, que hablan por sí solos, pues aparte de mostrarnos la base de la y su distribución en la plantilla, nos denota que los lados de ésta –C, D, Bc, B y L- son parámetros límites y también sirven para fijar por medios paramentarles la división o los valores obtenidos directamente en los cálculos efectuados. Con lo que, en síntesis, nos muestra que la plantilla del tlachtin no es sino una plantilla astronómica con mediciones y cálculos terrestres. Siempre en función de la , cuyo objetivo de medición celeste es clara y obvia.










Pero su objetivo terrestre fue conjuntar las funciones astronómicas que se hacían con parámetros naturales, topográficos o geográficos, en un espacio menor, es decir, en el espacio de la plantilla del tlachtin, sin dejar de usar los parámetros naturales cuando fueran necesarios.


Así lograron nuestros ancestros tener una plantilla calibrada para observaciones y funciones o trabajos referentes a elementos de la bóveda celeste y hacer estos trabajos en forma simultánea o no con un sistema ya previsto local o continental y tal vez poder operar en forma unitaria en su hábitat.


Por estas razones, el centro científico de mayor concentración de estudios y observaciones tuvieron un mayor número de tlachtin como es el caso de Río Verde, San Luis Potosí, Tajín, Kantona, Tikal, etcétera. Por lo regular esto sucedía en los lugares de mayor importancia civil o geográfica.” Pág. 91.


“Sintetizando, el área de observación tlachixmanki era y es básicamente en los tlachtin, pues aparte de situar los centros de visualización, contenía la representación de la medición angular primigenia y base de su geometría (véase las figuras 111 y 112).” Pág. 95.






“D) Hacer ajustes para operar su plantilla


Como ya vimos con el análisis de los requerimientos A, B y C, los tlachtin eran una plantilla astronómica que utilizaban para realizar sus estudios y cálculos de la bóveda celeste, es decir, para nuestros antepasados esta plantilla era un instrumento de cálculo y observación, el cual debía tener ajustes de operación.” Pág. 96.


“F) Realizar observaciones simultáneas, de enlace o de seguimiento más amplio


Este último requerimiento y complementario fue de fácil solución para nuestra ingeniería ancestral, pues diseñaron la plantilla en la forma dual, es decir, de lineamientos opuestos (no dobles); esta solución es, básicamente, la razón por la cual la plantilla horizontal tiene la forma clásica de doble T.



Con este tipo de plantilla, como se ve en la figura 123, estudiaban el sector del cielo principal y además podían observar directamente el sector de bóveda celeste contrario, y no sólo eso, también le será posible observar sectores colaterales. Es más, si en las cabeceras, en los lados B, obsesionaban parámetros que usaran la de dichas cabeceras, apreciaría en forma representativa sectores ya observados en los lados D, es decir, sectores que servían de enlace a la observación del lado B con la observación del lado D, y a su vez lo observado en B del tlachtin, para una secuencia determinada (véase la figura 124).




En sus sistemas coordinados y de acuerdo con la dirección de cada tlachtin se sumaba la visión de los mismos y así obtenían nuestros antiguos astrónomos una visión completa en el plano horizontal de la bóveda celeste con una secuencia repetitiva o, mejor dicho de enlace entre unos y otros tlachtin del sistema coordinado de observación local y continental. De esta forma, podían observar y estudiar la mecánica celeste en los planos horizontales, pues cada tlachtin en sí, aparte de la observación y estudio global y general, tenía una función local específica que cumplir, que sumada a las funciones de cada uno de los clanes y daba una consistencia única de investigación científica en nuestros antiguos observatorios astronómicos. La gran ventaja de estos sistemas coordinados era que si, por razones meteorológicas u otra causa, algún lastima estaba imposibilitado para una observación plena, los demás clases y estaba haciendo la observación con las variantes propias del tiempo y distancia de cada uno y siguiendo las sombras y secuencias de eclipses solares y lunares con la coordinación de observatorios previamente seleccionados.


Para finalizar el estudio de la plantilla horizontal, habiendo visto que cumplía con los requerimientos B, C, D, y F impuestos por la función astronómica que como observatorios requerían, sobrepondremos en la figura 125 y 126 algunos de los tlachtin sin tomar en cuenta la dirección cardinal de cada uno.








En estas figuras de los diferentes tlachtin y se puede observar la coincidencia de la unidad xomulzen. En los clases y representados no se tome en cuenta su tamaño, sino tan sólo el rumbo del universo (véase las figuras 127,128,129, 130,131 y 132).” Pág. 101.






“El estudio e interpretación de dicho instrumento no se ha precisado todavía, porque la pieza exhibida es sólo un pedazo del ideograma completo, pero por su contenido es suficiente para precisar su función de indicación y cálculo.


Además de adecuado el buen desempeño de sus medios y complementos de operación se debe constatar la gran cantidad de tales medios como los tlachtin, etcétera, que había y operaban en Mesoamérica. En México hay registrados más de 600 tlachtin, aunque naturalmente la cantidad era mayor.


Está cantidad nos habla del gran desarrollo de la ciencia astronómica en Mesoamérica y en el continente, y se debe tomar en cuenta la operación en conjunto de todos y cada uno de ellos en la coordinación continental. Lo anterior los obligó a realizar un cálculo matemático previo para ubicar cada uno de los centros científicos (hoy conocidos como zonas arqueológicas), para conformar un sistema de observación y cálculo, de acuerdo con los estudios que se efectuaban en los centros científicos de cada hábitat, para que la relación matemática entre centro y centro estuviera de acuerdo con el sector de su “cielo” que le correspondía analizar en la coordinación General de estudios de los elementos existentes observados a simple vista en la bóveda cósmica. Esto debieron haberlo hecho a través de una gran extensión territorial, para lograr el conocimiento de la mecánica celeste de los elementos requeridos en sus estudios y los cambios a través del espacio-tiempo (Tezkatlipoka-negro), provocando el movimiento (Tezkatlipoka-azul) de la materia y energía (Tezkatlipoka-rojo) que generó la vida en la tierra (Tezkatlipoka-blanco), conocido como Ketzalkoatl cuando se trata de la vida humana.


Por lo expuesto hasta aquí, se puede decir que las tlachtin era un medio que operaba como una plantilla celeste de y para efectuar cálculos terrestres, pues a través de la aplicación y operación del conocimiento de esta mecánica celeste se condicionaba a la naturaleza y a la vida humana en la Tierra al conocimiento celeste a través de la ciencia astronómica, por lo que bien pudiera considerarse las tlachtinse como una de cuatro variables y un una constante, como resultado del conocimiento requerido:


Tlachtin = Unidad astronómica de observación (O + M+ C) H


En donde:


O = Observación

M = Medida

C = Cálculo

H = Hábitar


Págs. 139 -141.




“ Capítulo 2

Unidad astronómica de observación


… Este saber astronómico fue apoyado básicamente por el conocimiento de su unidad de medida: la xomulzen; por sus matemáticas; y por su primer instrumento astronómico: xomulwaztli, el cual facilitó el uso y manejo de tal unidad y que posteriormente pasó a formar parte de los demás instrumentos de medición, orientación, cronometría, etc., propios del tlachtli. Estos apoyos sirvieron para complementar las funciones de observatorio, junto con un gran instrumental de marcación directa en las observaciones y cálculos, para lo cual contaban con parámetros y sistemas apropiados que además, en algunos casos, tenían aditamentos complementarios para realizar funciones como la determinación cotidiana de la tlalohtli (Ecplítica), como se verá más adelante.




El instrumento xomulwaztli estaba formado por dos barras de madera cruzadas y unidas en su centro con giro usado para conservar la posesión de las barras o brazos después de haber sido giradas. Una reproducción de tal instrumento puede apreciarse en la figura 218, 219 y 220, el cual tenía en uno de los brazos cuatro ranuras previamente calculadas que servían para marcar los valores principales de la medición angular.” Págs. 145-147.





“En la figura 231 vemos la mención de la unidad xomulzen, también mostraron a en las figuras 228 y 229. Se debe notar que en la figura 231 está la representación de un paquete atado que contiene a la xomulzen, una mano, un ojo (visión), basados o asentados en la cantidad 20, o sea, en el sistema vigesimal. Este sistema, como se dijo en el capítulo 1, nace justamente con el empleo de la unidad astronómica de observación que es la quinta parte de su cuadrante celeste. Esta unidad les permitió dividir al cuadrante en 20 partes completamente identificadas con glifos bien definidos, tanto ecuatorial como meridianamente, lo que les dio una imaginaria cuadrícula posible de la bóveda celeste completa.” Págs. 147-150.





“Antes de entrar en detalles sobre el sistema de navegación marítima de nuestros antepasados, como somos unos testimonios de testigos oculares de la época de los años 1500, que confirman que en América había navegación marítima no sólo costera, sino de altamar. Los testigos oculares fueron Cristóbal Colón, quien anotó sus observaciones en su diario, y De las Casas, quien los registró en una serie de datos. Ellos hacen tal confirmación de la navegación en los mares del Caribe, lo cual debió abarcar los demás mares del continente.” Pág. 155.


“Continuamos con el por qué y cómo de su orientación y navegación marítima en América. La razón es simple, y era que en Ixachillan se tenía ya una ciencia astronómica y los medios para estudiarla, aplicarla y trabajar en ella. Estos medios eran instrumentos (watzin) y y observatorios (Tlachtin) que, a su ver, también eran instrumentos de medición y cálculos de marcación directa basados en una unidad de observación astronómica, que también era su unidad de medición angular, y apoyados en esta unidad llamada xomulzen realizaron una división ecuatorial (20 partes) plenamente identificada con un grifo para cada una de tales divisiones, que bajo un sistema de actualización por concepto éstas temían un uso general y según necesidades o conceptos.


Y como era natural, basados también en la  xomulzen, tenían una división 20 al meridional cuyas divisiones llamaron mamakuietl (quintillos). Pero lo más importante de estas divisiones ecuatorial y meridional fue que obtuvieron un cuadriculado en toda la bóveda celeste, parecido a la división en 88 constelaciones y a la ascensión recta y declinación en que actualmente se divide la bóveda celeste.


Su cuadriculado imaginario les permitió científicamente posesionar con precisión las estrellas y elementos celestes, en instantes y lapsos determinados. Ya con estos conocimientos y medios era fácil para nuestros astrónomos y científicos posicionarse en el tiempo y en el espacio. Pero debemos considerar que no toda la población era científica o astrónoma, sino habitantes que requerían conocimientos astronómicos para su vivencia cotidiana, como los campesinos en la tierra y los marineros en costas y mares, para aplicar estos conocimientos astronómicos en sus labores diarias. Para conseguir lo anterior, contaban con información previamente calculada y determinada, la cual se exponía públicamente en piezas líticas (actualmente conocidas como calendarios, estelas, pesquerías, etcétera).” Pág. 157.


“1. La unidad xomulzen en la medición de tiempo y espacio. En cuanto al tiempo, nos referimos a la hora nuestra, que corresponde a 1.2 de la hora actual, pues tenían dividido el ilwitl (rotación terrestre) en 20 partes, siendo el amanecer (salida del Sol) la hora 5 y el mediodía a la hora 10, el ocaso la hora 15 y de medianoche la hora 20.” Pág. 160.


“La aplicación científica y técnica se verán más ampliamente en el Proyecto OME, Astronomía y edificaciones. Por todo lo dicho, hay que destacar que en Ixachillan, y sobre todo en la región de Mesoamérica, sus habitantes tomaron a la unidad xomulzen con la representación o emblema del conocimiento astronómico-matemático, y a su vez, como emblema de distinción o título de los astrónomos o generaciones que cumplió una función astronómica (véase las figuras 249, 250, 251, 252, 253 y 254),” Págs. 167 y 168.







“Capítulo tres

Los trece cielos


Las observaciones y cálculos del desplazamiento de la indicación o señalamiento del Tlauhkopan en los parámetros estelares fue lo que les permitió conocer y precisar con este desplazamiento al movimiento de precesión de la Tierra, al cual llamaron los dos Xiuhkostzin (véase la figura 273), misma que está representada en la “Piedra del Sol”.





El estudio de este movimiento lo hicieron basándose naturalmente en los datos registrados a través de miles de años y apoyando  sus cálculos en suyos unidades del tiempo vigentes en su época: la cuenta weypowalli de 1461 (ikzemilwitl) y la del propio ikzemilwitl de 260 rotaciones terrestres, con las que obtuvieron en sus cálculos un valor de 25 weypowalli para el ciclo de precesión y cuyo valor en ikzemilwitl fue de 25 X 1461 = 36 525 lapsos de 260 rotaciones.


Para facilitar el estudio y cálculo del movimiento de recesión a través del desplazamiento del Tlauhkopan, dividen a la bóveda celeste en un determinado número de “cielos” (véase la figura 274). Esta división fue el verdadero enlace de las dos primeras fases de su astronomía, la estelar y la Sol-Tierra. Pero dentro de la segunda fase y ya con el conocimiento de la visión del Ecuador celeste en veinte partes, hicieron ver la xomulzen su unidad astronómica de observación y junto con las nuevas unidades de la fase Sol-Tierra la utilizaron conjuntamente en sus cálculos en el ensamble de ambas fases. Naturalmente, estos cielos los tenían localizados como sectores de la bóveda celeste en las secuencias de los estudios que realizaron durante milenarias rotaciones y translaciones terrestres. Dichos sectores fueron los espacios expositores de las estrellas y elementos que eran observados y estudiados durante los lapsos cíclicos transcurridos en los mencionados movimientos de rotación y traslación.






Estos espacios de bóveda celeste eran sectores predeterminados y posiblemente fueron escogidos por los elementos celestes a estudiar o por las elecciones que se hicieron después de largas observaciones y cálculos desde diversos parámetros terrestres que marcaban sectores terrestres apropiados. Estos parámetros, lógicamente estaban en la topografía del hábitat donde se situaba el centro de estudio: planicies, cerros, montañas, etc., y que en sus matemáticas vigentes les dieron una relación de 18/73 como medición angular para los parámetros escogidos. Esta medición angular fue básica para seleccionar tales parámetros (véase la figura 275), pues resultó que el valor calculado era la veintiseisava parte del Ecuador celeste; por esta razón fijaron también en 26 partes o cielos la división que para la indicación en la bóveda celeste efectuaba el eje Tlauhkopan al desplazarse por efecto del movimiento de precesión terrestre que, como se dijo, tenía una duración de 25 weypowalli = 36 525 ikzemilwitl, pero tomando las unidades del tiempo de la segunda fase de Tierras-Sol:


Ilwitl = Una rotación de la tierra sobre su eje

Xiwitl = Una traslación = 365. 25 ilwitl


Por lo que el valor de la presión precesión es igual a 36 525 (ikzemilwitl), tomando el valor de esa unidad igual 260 Ilwitl o días, así, el movimiento de precesión tendría un valor de:


36 525 X 260 = 9 496 500 días


Y de acuerdo con la traslación de 365. 25 el valor sería:


9 496 500 = 26 000/26 años o xiwitl

   365.25


Y naturalmente, la weypowalli = 1 040 años.


En consecuencia, teniendo la esfera celeste dividida en 26 partes o cielos:


1 cielo = 26 000/26 = 1 000 años


Posiblemente estos resultados obligaron a nuestros ancestros a tener una unidad del tiempo común a la fase estelar y a la fase Tierra-Sol, para que a su vez, la unidad estelar, la weypowalli, pudiera ser manejada en la matriz de cálculo compuesta de 20 partes, lo que fue de fácil solución, pues:


1 040/20 = 52 años


Al nacimiento de esta nueva unidad de enlace la llamaron con toda razón xiuhmopilli (nuestro hermoso niño). Y de acuerdo con su sistema factorización en su matriz de cálculo, la weypowalli vendría un factor = 1, en donde cada cuadrante sería igual aún xiuhmoplli.


Como ya se había dicho antes, el movimiento de recesión lo representaron con los dos xiuhkoatzin, y de acuerdo con la concepción dual de su cultura consideraron el movimiento del eje de la Tierra con un principio de cero años, desde un determinado punto hacia otro punto diametralmente opuesto, en un recorrido de 13 000 años, y de éste. (13 000 años) y en forma dual o contrario al punto inicial, empleando también 13 000 años, con lo que obtuvieron un total de 26 000 años. Al concluir este período, reiniciaban el nuevo periodo de recesión (véase la figura 276).



La concepción dual del tiempo-espacio en 13 000 años en un sentido y 13 000 años en sentido contrario, dio origen a llamar “trece cielos” a la división de la bóveda celeste, la cual se dividía en 13 cielos duales de 1000 años cada uno.


El xiuhkoatzin, representada en la “Piedra del Sol”, precisamente en elegir el principio y fin del conteo de los cielos, nuestros antiguos matemáticos, con el cuadrante trece akatl, precisaron la dimensión física de un cielo y con esta medida fue con la que calcularon los cielos en la pieza política que puede apreciarse en la figura 277.





Con el conocimiento de los 13 cielos duales, nuestros ancestros usaron con mayor frecuencia la cifra 13 en sus cálculos conceptuales en el enlace de sus fases astronómicas para lograr la sincronía en tiempo en los cómputos de los tres principales movimientos de la tierra: rotación, traslación y precesión.






De esta manera surgió la unidad tlalpilli, la cual se produce como “El niño de la Tierra”, muy adecuada para el enlace ciel-Tierra a través de su gastronomía, asimismo comenzó el conteo de las rutas en esos días de 13, con lo cual lograron incluir el ikzemilwitl en la matriz de cálculo pues: 1 ikzemilwitl = 20 trecenas de días, así como también:


1  xiuhmopilli = 4 tlalpilli = 4 x 13 = 52 años = 13 nawi-ollin


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Ciencias milenarias y aplicaciones

En el Continente Americano

Libro 1, Proyecto ZE: Tlachtin


Felipe Lira Montes de Oca


Primera edición: 204

Instituto Politécnico Nacional.

México.


Fuente:

http://www.libros.publicaciones.ipn.mx/PDF/1342.pdf















viernes, 9 de agosto de 2013

EL SIMBOLO COSMOGONICO MESOAMERICANO. Rúben Bonifaz Nuño

 
 
 
 

Supóngase una superficie cuadrada cuyo centro se marca por medio del punto donde, necesariamente, se cruzarían las líneas diagonales que relacionan entre sí los ángulos opuestos de la mencionada superficie; así, el centro se pone a su vez en relación con los vértices de tales ángulos, puntos también. Si éstos se figuran marcándolos como el primero, entre los cinco así manifiestos compondrían la figura designada por la palabra latina quincunx, quincunce, si ese españolista: un punto central y cuatro angulares, equidistantes a él.
 
Ahora bien: la representación de esa figura, sin alterar su naturaleza esencial, puede adquirir múltiples variantes.
Es posible que el cuadro se alargue en sentido horizontal o vertical volviéndose en rectángulo, y que las diagonales que relacionan los ángulos opuestos se hagan visibles mediante líneas o bandas; el centro, entonces, es meramente el punto de intersección de aquellas.
En otras ocasiones, el centro ha de imaginarse sobre un puro plano, rodeado por el simple enlzamiento de dos bandas curvas o angulares, cuyos extremos se dirigen hacia los ángulos de un opuesto espacio cuadrangular; en otras más, sobre un cuadrado, el centro se presenta como un círculo, y un cuadrante de círculo se coloca cubriendo cada una de las superficies angulares; esto mismo puede ocurrir sobre un círculo, señalándose en el los cinco puntos fundamentales.
Hay otras varias maneras de plasmar esta misma presentación geométrica; por ejemplo, es dable que se ofrezca como una flor de cuatro pétalos los cuales, saliendo del cáliz, se orientan cada uno hacia el ángulo correspondiente de un cuadrado ideal, supliendo las secciones de lo que serían dos bandas cruzadas, o que éstas se presenten a modo de aspas naciendo de una forma central.
En las diferentes maneras dichas hasta aquí, y en otras más, este conjunto de cinco puntos, el quincunce, aparece sin cesar en imágenes creadas durante el tiempo en el espacio de la cultura mesoamericana. La insistencia de su representación hace conjeturable la magna significación y el valor simbólico que a ella se atribuía.
Símbolo permanente, pues, surge en Mesoamérica, es de suponerse que ya dueño de su pleno significado, con la cultura olmeca, madre o raíz del resto de las manifestaciones de esa índole que después de ella tuvieron en tal región su ámbito exclusivo, y en las cuales, como se advertirá por algunos casos que seguiremos señalando, cobra persistente objetivación.
Así, entre los olmecas, el quincunce, figurado allí por cinco depresiones del borde circular, se mira en el Monumento 43 de San Lorenzo, reunido en su sección vertical (fig. 1.1); como par de bandas cruzadas está, entre otros lugares, en el pectoral del Monumento 52 del mismo sitio, y en los del 30 y el 77 de La Venta y en el de la figura menor del 1 de las mismas (figs. 1.2, 1.3, 1.4, y 1.5).
También de La Venta, en el Altar 4 se ven las dos bandas cruzadas entre los colmillos de la doble cabeza ofidia relevada sobre su parte central superior (fig. 1.6).
El centro circular y los cuadrantes en los ángulos del cuadrado, se ofrecen a la vista en los pendientes articulares de la Cabeza Colosal 1 de esa misma localidad (fig. 1.7).
Con el aspecto de flor de cuatro pétalos, ilustra la pintura rupestre de Oxtotitlán, Guerrero (fig. 1.8).
Surgido, pues, con los olmecas, el símbolo se transmitió un como herencia cultural a los pueblos que, luego de ellos, habitaron el espacio y transcurrieron llevados por el tiempo de Mesoamérica.
Doy unos cuantos ejemplos.
Acaso olmecas tardíos, los sabios de Tres Zapotes lo fijaron, en la Estela C de ese lugar, con una particular apariencia: el centro plano queda en medio de un marco cuadrado de cuyos suavizados ángulos crecen, en diagonal, bandas a manera de aspas (fig. 1.9).
Tomando a Monte Albán como ámbito ejemplar de la cultura zapoteca, es posible encontrar en su recinto presencia ciertas del mismo símbolo. De esta suerte, el quincunce se ostenta en estelas de la Plataforma Norte (fig.1.10), y en los Danzantes, las líneas cruzadas se miran en uno de la Galería L y otro del Montículo 3; como flor de cuatro pétalos, compone el pectoral de dos de ellos, situados ahora en el lado sur de la Galería L (fig. 1.11).
En Teotihuacán aparece en formas diversas, algunas de las cuales se encuentran después en otras regiones; así, como bandas angulares enlazadas, aspecto que ofrece en algún sello de este sitio  (fig. 1.12), se verá en la vestimenta de diferentes figuras sonrientes de Veracruz (fig. 1.13), y, manera característicamente teotihuacana; como círculo con uno menor en su centro y cuatro partes de círculo distribuidas en pares opuestos junto al interior de sus bordes (fig. 1.14) llegará al Códice Borbónico, donde ilustra el escudo de una figura de la Lámina XXVII  (fig.1.15). Como curvas bandas enlazadas se multiplica pintado en el cuerpo del tigre de los murales de Atetelco (fig. 1.16); como cruzamiento de dos bandas rectas se halla en el tocado de ciertas imágenes del dios viejo (fig. 1.17); representación del lucero es una manera de rombo horizontal con los lados curvados hacia adentro y cuatro voluntades colocadas en los hundimientos que así se forman (fig. 1.18).
En las estelas de Xochicalco el símbolo cobra varios modos; en el número 3 puede hallárselo como un conjunto de tres círculos concéntricos puestos como si se cubrieran el vértice de dos triángulos isósceles opuestos, cuyos lados se digan por medio de líneas levemente curvas; como rectángulos con un punto central y rectángulos menores en cada una de sus esquinas; como el lanzamiento de bandas curvas (fig. 1.19).